En este país todavía hay magnates que creen que los trabajadores son como los soldados de plomo, que se usan cuando apetece o son útiles y que después pueden guardarse en un cajón y ni sienten ni padecen. Según la conciencia de estos magnates, alimentada por la ley de la oferta y la demanda, si un trabajador está empleado tiene necesidades, y aparentemente, si esta desempleado deja de tenerlas, hasta que vuelve a la actividad laboral. Solo así se explica la alegría con la que se habla en ambientes liberales de personas como si fueran simples factores productivos y no seres humanos cuya existencia es el único motivo por el que existe algo llamado economía.

En este país hay también entidades financieras que consideran que su único objetivo ha de ser la maximización de los beneficios de su entidad. Indiferentes a la función social de la acumulación de capital, defienden, sin sonrojo, que creer que la banca ha de tener un fin social es cosa del pasado o de rojos fracasados.

Algunos de esos banqueros han descubierto, además, que con el dinero se puede dominar a la gente corriente, tanto cediéndoles crédito, como recortándoselo. Incluso haciendo un poco de cada cosa en cada momento se consigue que la dominación resulte aún más completa y rentable. Así es fácil entender porque la banca siempre da records de beneficios, ya sea en tiempo de crisis o en tiempo de expansión.

En este país hay políticos que creen que el único empleo que merece la pena defender es el suyo propio y al final basan todas sus decisiones en un solo objetivo, mantenerse en la poltrona, sin importar si el pueblo se ahoga en medio de la más estúpida de las crisis, que es esta, que ha sido creada por la especulación y la falta de confianza, aderezadas con los bastardos intereses del mundo financiero.

En este país hay políticos que creen que el único empleo que merece la pena crear es el suyo propio y al final basan todas sus decisiones en un solo objetivo, conseguir para si una poltrona, sin importar si el pueblo se ahoga en medio de esta crisis, que tendrá de bueno para ellos, ser capaz de auparles al poder aunque sea a costa de la quiebra total de toda la clase media.

Y es que, en este país casi todos los políticos se han olvidado del significado de la palabra patriotismo y de la utilidad de poner en práctica medidas patrióticas. Es el patriotismo el afán de llevar a cabo un proyecto beneficioso para todo el pueblo y no solo para los propios votantes. Es el patriotismo ese olvidarse de los propios intereses para centrar todo el esfuerzo en conseguir soluciones que beneficien a todos. El patriotismo es una manera de ser, una forma de vivir, un sentimiento que se impone a la rapiña política y una guía permanente de conducta ante lo público y también casi siempre ante lo privado. Bendito sea el patriotismo que tanto se echa de menos en este país.

Y entre los patriotas de este país, tampoco se encuentra a los sindicatos mayoritarios, que han movilizado al pueblo trabajador sin querer explicarles lo que quieren hacer con su potencia y con su movilización, tal vez porque ni ellos lo saben. Es decir nos han convocado sin proyecto. Unos sindicatos que solo saben oponerse a cualquier medida sin aportar un planteamiento de futuro, son inútiles cuando de lo que se trata es de sacar adelante, nada menos que el futuro de la nación. Si los intereses de los trabajadores son defendidos con ceguera total, es probable que al final los objetivos que se obtengan sean contrarios a los pretendidos. Puede ser que entre todos seamos capaces de hundir este país y luego veremos a ver, quién paga los 45 días de indemnización o el desempleo durante lustros a trabajadores que no tendrán donde trabajar y que dependerán de un estado que no tendrá de quién recaudar nada.

Es preciso convocar a toda nuestra sociedad a una protesta general y en ella, y desde ella, debemos buscar las bases en las que asentar un verdadero concilio, un debate nacional, para poner soluciones patrióticas, a los problemas que la falta de patriotismo y el sistema capitalista, están convirtiendo en enfermedades endémicas de nuestra sociedad. Es urgente. Necesitamos saber a dónde vamos, y como queremos llegar allí.

Hay motivos para una huelga, claro que sí, pero contra quien la hacemos, porque la hacemos y con quien la hacemos, son preguntas que debieran contestarse antes de entregar a los piquetes las banderitas de plástico del interés partidista.