Coincidiendo con el periodo que utilizan los comercios para hacer pequeñas bajadas de precios en sus productos y engatusar, de paso, a los compradores con sus maravillosos mensajes publicitarios, nuestro estamento jurídico, los que velan por todos los ciudadanos e interpretan las leyes, han decidido subirse al carro de las ofertas.

No sé si es una nueva técnica que el contribuyente de a pie no llega a comprender (al menos yo aseguro que no entiendo nada); desconozco si esta nueva estrategia forma parte de un criterio de modernización de la judicatura; ignoro si esta decisión viene dada por devolver una favor a no sé quién o es parte de un todo simbolizado por esa extraña negociación; no comprendo si pertenece a una política de cobardía provocada directamente por el pánico o es, simplemente, una muestra más del absurdo más absoluto al que ya, por desgracia, nos tienen acostumbrados buena parte de los jueces, fiscales y letrados. Pero sí sé que se golpea frontalmente contra el sentido común, contra los derechos del ciudadano y contra la justicia.

De todos es sabido que una democracia que no disfruta de una verdadera separación de poderes deja bastante que desear respecto a lo que entendemos como verdadera democracia y, desde luego, tenemos clara la diferencia existente entre lo justo y lo legal; por desgracia no todo lo justo es legal y, desde luego, ni mucho menos todo lo legal es justo.

Durante este extraño proceso llevado a cabo por la fiscalía y los jueces hemos sido testigos directos de las mayores aberraciones no sólo contra la inteligencia humana sino contra la dignidad de las personas que poblamos este país, de momento, llamado España.

En qué lógica entra que un ciudadano cuyo familiar ha sido ametrallado y, posteriormente, rematado por un asesino, al más puro estilo cobarde etarra, tenga que soportar, pocos años después, al ejecutor de su consanguíneo regentando un negocio justo debajo de su vivienda. Aún es más ultrajante, si cabe, el saber que a este animal se le ha redimido una parte importante de la condena y ha salido a la calle antes de tiempo porque un juez y un informe psicológico han determinado que este individuo estaba profundamente arrepentido de su acción. Pero el ultraje se convierte en una denigrante humillación cuando tiempo después se comprueba, gracias a una cámara oculta y a la valentía de unos periodistas, que el sanguinario elemento no sólo no muestra el más mínimo síntoma de arrepentimiento sino que se vanagloria de sus actos y se mofa de sus víctimas.

Mientras todo este esperpento se hacía público, nuestros magistrados, aplicando una norma basada en la acumulación de condenas, daban el penúltimo puñetazo contra la cordura y dejaban a las claras que varios etarras condenados a miles de años de prisión por su numerosa y tétrica lista de ejecuciones, estarán en libertad al cumplir sólo veinte años de reclusión .

Decididamente los tribunales han entrado en su periodo de rebajas y parecen hacerlo con el más humillante de los eslóganes " Rebajas El Tribunal; paga por uno y mata a más.

La desesperación, el desánimo, la indignación y el cabreo monumental inundan al pueblo español que no da crédito a lo que está ocurriendo a su alrededor; el ver cómo los que deberían llevar por bandera – y no por virtud sino por obligación – la honestidad, la honradez, la neutralidad, la rectitud y la integridad, son el reflejo de la chapuza, la soberbia y la traición más vil contra el pueblo español y contra sus sufridas, valientes y ejemplares víctimas por causas del terrorismo, a las que, por el contrario, desde estas humildes líneas les enviamos nuestro más sincero y fraternal apoyo ante toda esta macabra ilógica.

Bario


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