La extrema izquierda española ha estrenado el poder municipal conquistado en las urnas con una secuencia de gestos simbólicos que bien merecen una reflexión. Propuestas de reducción drástica de sueldos, renuncia a vehículos oficiales, devolución de atenciones, lisonjas y otros tratos de favor, así como un largo etcétera de prebendas.
En la década de 1990 el portavoz socialista en el Congreso, Eduardo Martín Toval, recuperó la expresión de “el chocolate del loro” para referirse a ese monto de gastos con cargo a los presupuestos del Estado. Intentaba hacer valer que, en su conjunto, éstas partidas suponían una parte poco significativa del flujo de caja del Estado y, en consecuencia, su desaparición acarrearía un ahorro insignificante para las arcas públicas. Esta razón matemática restaba cualquier incentivo para actuar sobre el dispendio. Y de aquellas aguas, estos lodos. Una década más tarde otra destacada política socialista, Carmen Calvo Poyato, Ministra de Cultura con Rodríguez Zapatero, daba con el corolario perfecto para esta visión de las cosas: "Estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie."