Al gobierno Zapatero se le acumulan los problemas. A la vista del último barómetro de opinión del CIS, los españoles perciben como sus mayores problemas el paro -62.8 %-, el terrorismo de ETA -44.3 %-, la vivienda -20.8 %-, seguidos de cerca por la inmigración -18.7 %-, la inseguridad ciudadana -17.4 %- y los problemas económicos -12, 7 %-. Sorprende que en la España que va mejor, todavía sea el desempleo un factor que crea tanta insatisfacción entre los españoles.

Sorprende, pero no demasiado. Lo cierto es que la atención pública se desvía hacia otros temas. Los medios prestan atención, no esta claro si por su propia voluntad o por indicación de sus mentores políticos, a otros debates. Debates que no carecen de importancia, pero que, en ocasiones, se alejan en gran medida de los problemas diarios de los ciudadanos.

Desde Falange Auténtica creemos que cuando la población se preocupa por el desempleo, bajo ese enunciado general, probablemente estamos englobando, además de la carencia total e involuntaria de un puesto de trabajo, problemas con las condiciones de trabajo ofrecidas por las empresas. Estos problemas al final pueden traducirse en rechazo hacia determinados puestos de trabajo o de simple imposibilidad de aceptar determinadas condiciones de trabajo. Más desempleo en definitiva.

Y es que, en nuestra opinión, los trabajadores siguen siendo el sector de la población que suele pagar el pato de cualquier problema económico que se presenta, en su doble versión de consumidores menos poderosos y de individuos que viven de un sueldo que no depende de ellos, sino de esa aceptadísima Ley de la Jungla que es la Ley de la Oferta y la Demanda. Los avances sociales que estamos viviendo no incluyen en manera alguna la democratización de la economía. Ésta consiste en introducir en los cauces de decisión en materia económica al grupo más numeroso de personas involucradas, es decir, a los trabajadores. Algo aparentemente sencillo pero que no se lleva a cabo, simplemente porque no interesa a los poderosos, es decir, a los dueños del dinero.

Si el original deseo falangista de crear un modelo económico estable basado en las entidades más próximas a los trabajadores, esto es, los sindicatos, parece un objetivo cada vez más lejano y difícil, estando como lo estamos inmersos en un proceso de globalización basado en el liberalismo económico, no ha de ser imposible todavía que los Estados orquesten maneras de participación de los trabajadores, agrupados como tales, en las decisiones de índole económica que adopten los gobiernos de turno. Los procesos de deslocalización, la fuga de capitales, las privatizaciones masivas de sectores estratégicos y, cada vez más, de sectores asistenciales, como la propia sanidad, son asuntos en los que los trabajadores debieran estar en condiciones de dar su opinión y -¿por qué no?- vetar algunas decisiones que se basan exclusivamente en los intereses de las empresas. Todos estos asuntos creemos que están en el origen del desempleo y adivinamos que, de manera implícita, la preocupación por el desempleo es en alguna medida la preocupación del pueblo español por estas cuestiones, que no están en la agenda de ningún partido político, ni tan siquiera de los que aún se definen como de izquierdas.

Para un grupo político como el nuestro, la actualidad de los medios no puede distraer nuestra atención sobre este problema. Un problema que indudablemente preocupa, y con razón, a los españoles, y seguiremos buscando con nuestro pueblo modelos económicos que primen las necesidades de las personas, el principio de la justicia social y el correcto reparto de la renta producida.

Y queremos hacerlo a pesar de modas y por encima de declaraciones agoreras que certifican el final de cualquier lucha por la socialización de la economía, precisamente porque sabemos que los que se apresuran en firmar esa certificación son los únicos beneficiados por esa defunción anunciada del deseo del pueblo de ser libre e independiente y disponer de una vida digna.