Nuestra clase empresarial se hace pitonisa, o ilusiones infundadas, o trampas en el solitario ¿Para echar una mano al Gobierno? Tal vez se muestre más audaz e intente apuntillar el discurso de cuantos afirman "estar haciendo lo que hay que hacer". Como si no hubiera espacio para la alternativa; como si las cosas fueran realmente "como son".

El Consejo Empresarial para la Competitividad, la siniestra logia que acoge a las primeras 17 grandes empresas españolas, acaba de adelantar las conclusiones de su documento "Crecimiento y sostenibilidad de la economía española": la reforma laboral permitirá crear 700.000 empleos a medio plazo.

700.000: no es error ni broma macabra.

desempleo

En el mejor de los casos, y sin la menor razón para estimar que la previsión sea correcta ni realista, a medio plazo continuaremos soportando un desempleo de 5,5 millones de personas. Medio plazo: primer trimestre de 2013, para entendernos.

Nada nos informa acerca del volumen de empleo que habrá de destruirse con carácter previo al maná de estos parcos resultados, aunque el sentido común nos advierte que la facilitación del despido, abaratándolo económicamente y despejándolo en sus aspectos jurídicos, conviene más a la reducción de las plantillas que a su estabilización o fomento. ¿Será que, para obtener apenas tres cuartos de millón de nuevos empleos, habrá que sacrificar dos o tres millones de los puestos que aún soportan los embates de "los mercados"?

Mucho nos tememos que pueda resultar así. Desde los tiempos malhadados de Felipe González la consigna a seguir en materia laboral ha sido la precariedad: "Cobrar menos para cobrar todos".

De eso se trata. Rompamos el hechizo. He aquí el quid de la reforma: hacer transitar el "mileurismo" desde los dominios de lo inicuo hasta el pináculo de la suprema aspiración, la ideal utopía inalcanzable, la constatación de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

¡Qué cándida simpleza la del razonamiento económico desnudo de su jerga iniciática y sus vanos oropeles!