Por Mendelevio.

 

Durante la Segunda República un escándalo, el Nombela-Tayá, provocó una grave crisis parlamentaria. Un funcionario, Antonio Nobela, se negó a hacer efectiva una indemnización, que consideraba fraudulenta, por la rescisión de un contrato público a una compañía naviera en la Guinea Española, denunció el caso al Gobierno y fue destituido… El casó llegó al parlamento, que redujo la indemnización a un tercio y restituyó al funcionario. El Partido Radical de Alejandro Lerroux salió tan tocado de este escandalo (unido al anterior de la ruleta de Strauss y Perl) que en las elecciones de febrero de 36 fue borrado del mapa electoral.

En 2017 la Junta de Castilla la Mancha abrió un expediente y apartó de sus funciones de supervisión en el matadero de Incarlopsa (Tarancón-Cuenca)  a unos veterinarios que habían denunciado que se incumplía la normativa europea al desollar a los animales sin estar inconscientes[1]. Finalmente la Justicia dio la razón a los veterinarios y amonestó a la Junta[2]. Esta en vez de proteger a sus funcionarios, de las presiones de las empresas por hacer su trabajo los presionó para que miraran a otro lado… teniendo en cuenta que el incumplimiento de las directivas europeas ya han llevado a España diversas multas, que pagamos todos los contribuyentes[3], el caso es de una extrema gravedad política. Además, para que no falte ningún ingrediente en este trato de favor a Incarlopsa, previamente ésta había hecho una generosa donación a la fundación que canta las glorias del gobierno de Emiliano García Page[4].

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La supervivencia biológica en nuestro planeta depende de los cien kilómetros de capa gaseosa que lo revisten y lo separan del espacio sideral. Esta realidad insoslayable encarna, en cierto sentido, el pecado original de la Ecología: construir relatos a partir de afirmaciones de una naturaleza tan autoevidente que casi parecen de Perogrullo. Con demasiada frecuencia su discurso ha sido tachado de simplista y demagógico, demasiado epidérmico como para ser tenido en cuenta. Sus detractores –por sorprendente que parezca los mantiene en buen número– no ven en él sino una moda pasajera. Una ligereza rayana en la patología del suicidio, porque la Ecología opera con la verdad científica.

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Las posturas en torno a todo lo que se refiere a la energía nuclear de fisión, desde su producción a la gestión de los residuos generados y pasando por las consecuencias de su uso, han estado fuerte, y aún prejuiciosamente, ideologizadas. Los debates en pro y en contra cuentan con un sorprendente abanico de defensores y detractores que incluyen a científicos, técnicos y ecologistas en ambos bandos (sí, ecologistas a favor también). Y ambas posturas están firmemente argumentadas, aunque no siempre con igual validez, seriedad o consecuencia.


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Por Mendelevio.

El cinismo de la izquierda es proporcional a la torpeza falangista. La izquierda se presenta como defensora del medio ambiente. No habla de su pecado original. El manifiesto comunista  ve a la naturaleza como un recurso a exprimir. No hay ninguna apelación a la conservación del medio ambiente. A los socialistas que buscaban la vuelta a la naturaleza, Marx los denigró a la categoría de socialistas utópicos. El científico era él, como se presentan sus herederos. Los demás despreciables soñadores que entorpecían la liberación del proletariado.  La práctica comunista del siglo XX ha sido nefasta para el planeta. El “maridicidio” del mar de Aral ha sido su crimen más llamativo, pero es imperdonable su gestión de los residuos nucleares o de las centrales atómicas como Chernobyl.

Los falangistas no levantamos la bandera ecologista por caer simpáticos a los pijo-progres sino porque es parte de nuestra concepción del mundo. Partimos de unos postulados de solidaridad intergeneracional. Las generaciones pasadas nos han dejado unos legados que debemos pasar a las generaciones futuras. Uno de ellos es el sentimiento de pertenecer a una Patria, el otro es el soporte físico de la misma. El egoísmo capitalista que esquilma el planeta es incompatible con el ideal falangista.

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Por España en verde y azul

Creemos que estamos avanzando en la protección del Medio Ambiente pero los datos demuestran que no es así y que, además de los constructores piratas que han asolado nuestra tierra en los últimos años, han aparecido administraciones corruptas o, en el mejor de los casos, mentirosas, que legislan en un sentido para luego incumplir sus propias leyes, irresponsables e irreflexivas.

 

En 2006 la Fiscalía de Medio Ambiente promovió 295 condenas; en 2007 fueron 407, muchas de ellas contra administraciones locales y autonómicas que se han convertido en los mayores delincuentes medioambientales, con el agravante de que son ellos quienes modifican las leyes a su antojo. Esto nos llama a todos los ciudadanos a organizarnos en movimientos vecinales o en plataformas que agrupan a organizaciones independientes de los presupuestos del Estado, a salvo de sobornos, para salvar nuestra Patria de los que dicen estar a nuestro servicio.

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