Emmanuel Mounier nace en la localidad francesa de Grenoble el 1 de abril de 1905. Allí estudiará filosofía entre 1924 y 1927 bajo la dirección de Jacques Chevalier y participará activamente en grupos de formación católica. El 29 de octubre de 1927 llega a París y traba relación con un teólogo octogenario, el Padre Pouget, con el que estudia teología dos tardes semanales hasta la muerte del profesor en 1933. En esa misma época, frecuenta también las reuniones que se celebran en el hogar de Jacques Maritain, donde conoce a algunos destacados intelectuales. El joven Mounier estudia la obra de Péguy, que ejercerá notable influencia en la formación de su pensamiento. En 1928 obtiene la cátedra de filosofía con el número 2 en la oposición y durante los años siguientes ejercerá como profesor. Para ir preparando su tesis doctoral, que quiere dedicar a los místicos españoles, Mounier realiza un viaje por nuestro país en el año 1930.

En 1932, junto con otros compañeros, funda la revista Esprit, de la que será director. Inicialmente vinculada al movimiento político Tercera Fuerza, del que la publicación se distancia en 1933 para seguir una trayectoria autónoma. Entre 1933 y 1939, Mounier ejerce la docencia en Bruselas, donde contrae matrimonio en 1935 con Paulette Leclercq.

La invasión nazi de Francia no impide que la revista siga saliendo temporalmente, sometida la censura del régimen de Vichy y con dificultades hasta su prohibición en 1941.

Mounier colabora inicialmente en algunas iniciativas de formación, como la Escuela de Jefes de Juventud o posteriomente el movimiento cultural Jeune France, del que fue director general adjunto, pero el pensamiento personalista alienta una resistencia "desde dentro que hace que su promotor esté cada vez peor visto por el régimen, hasta que se le aparta de toda responsabilidad pública. Durante algún tiempo, imparte cursos en establecimientos libres. Finalmente, desde la primavera de 1941 mantiene contactos y colaboración con la resistencia, hasta que es arrestado a principios del 42. Junto con otros intelectuales encarcelados, Mounier comenzará en junio una huelga de hambre para denunciar su situación, hasta que días más tarde se le levanta su reclusión. En el juicio, celebrado en octubre, es absuelto de los cargos que pesaban sobre él.

En 1943 y 1944 se celebran dos Congresos clandestinos de la revista Esprit. Tras la liberación de París en agosto del 44, Mounier vuelve a la capital francesa y en diciembre, en medio de las dificultades de la posguerra, una nueva redacción vuelve a sacar la revista. En esos años, de madurez intelectual, la actividad de Emmanuel Mounier es incesante y la revista crece en tirada y en influencia social.

El 22 de marzo de 1950, cuando aún no ha cumplido los 45 años de edad, Mounier muere a causa de un ataque cardíaco que le sobreviene en la madrugada.

El personalismo comunitario de Emmanuel Mounier defiende un orden que asegure la primacía de la persona humana. Distanciándose tanto del individualismo liberal como del colectivismo marxista, contempla al ser humano con esa doble dimensión: la de la realización de su vocación singular, pero también el intercambio y la convivencia en comunidad.

Mounier reprobará el liberalismo y el capitalismo, que en los años treinta atraviesan una profunda crisis, por entender que favorecen la explotación y el desarraigo del ser humano. Pero también será crítico frente a los pujantes movimientos de la época, la dictadura colectivista del marxismo y los fascismos europeos, contra los que previene porque desconocen ese papel central de la persona humana.

En la línea de la doctrina social de la Iglesia, formula algunos principios de economía personalista que subrayan la primacía del trabajo sobre el capital, el consumo responsable y ético, y las fórmulas de autogestión y copropiedad en la empresa. Se perfila así una posición alternativa frente a la economía liberal –donde se subvierte el orden económico para subordinarlo a la ganancia- y frente a los regímenes marxistas –en los que se colectiviza el entramado económico y se subordina a los intereses de una dictadura estatista-.

Mounier cree necesaria la revolución pero, frente al materialismo, su apuesta revolucionaria tiene como fin último a la persona.


Carlos Javier Galán


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