De no haber perdido el norte, de entender algo muy simple como que “no” es “no”; de tener bien claro que no es lícito ni correcto abusar de quien está en inferioridad de condiciones, de quien está en clara situación de vulnerabilidad, y de haber asumido el respeto, como parte de una sociedad democrática, cuya supervivencia, en buena lid, depende de ello, no habría lugar a la polémica. Sí a la indignación, no a la polémica.
Son tres ideas básicas las expuestas en el párrafo anterior. Una, no hay interpretación que interpretar para entender: “no”. En una sociedad democrática y libre y avanzada y moderna, “no” es “no” y no ha lugar a matices. Punto. Todo lo que pase de ahí, es agresión, violación y delito, ideología retrógrada al tiempo que oportunista y ruido y más ruido. Y el que no se haya emborrachado nunca, y el que no tenga un hijo, hija, amigo, madre, padre que no lo haya hecho, que tire la primera piedra.
La segunda cuestión sería observar la relación que hay entre ética, Ley e integridad. Los que hacen las leyes, a saber, políticos y legisladores, y los que las interpretan, jueces, han dado por lícita una vara de medir la culpabilidad, en base a que el delincuente proceda con violencia física, o, por el contrario, perpetre la agresión/violación/atrocidad/delito, simplemente porque se encuentra en situación de superioridad, y no necesita de la violencia, física. Es decir, como eran cinco no necesitaron propinarle una paliza para violarla.