Por
C. Vara

 

Hace unos días una cadena de televisión, con un extenso reportaje, nos dejaba ver a las claras la magnitud del drama del YAK – 42, aquel avión que, hace dos años, se estrellaba en Trebisonda (Turquía) y en el que fallecían sesenta y dos compatriotas nuestros cuando regresaban de realizar la misión que el gobierno español les había encomendado.

A la pena por la desaparición de sus seres queridos, los familiares, amigos y compañeros, unieron rápidamente la rabia por lo  que, desde un principio, consideraron una negligencia de las autoridades militares y civiles españolas y este sentimiento de impotencia y desesperación ya se dejó sentir en los funerales por los militares fallecidos.

Pero aún quedaba lo peor. Poco a poco y con la inestimable ayuda de una abogado turca, consiguieron descubrir que la mitad de los cadáveres habían sido enterrados sin identificar. Ahora entendían la gran cortina de humo extendida sobre este tema y las prisas desmedidas con las que se había dado carpetazo a este desgraciado suceso.

El resultado final es esperpéntico. Familiares que enterraron cadáveres que no eran los de sus seres queridos, cenizas de un fallecido gallego esparcidas por la Costa del Mar Menor, intercambio de cadáveres entre los familiares dos años después de haberlos enterrados...Absolutamente dantesco.

Y, a pesar de todo esto, el resumen lo ponía el padre de una de las víctimas cuando decía textualmente: "Perdonar, claro que perdonaré, pero cuando me lo pidan con humildad.

Qué triste que un pueblo tan bueno como el español esté en manos de estos gobernantes que han hecho de la política un negocio y que son tan ruines, tan miserables y tan cobardes que no respetan ni a los que dan la vida por defenderlo y honrarlo.

Hace una semana asistíamos a la presentación de un libro sobre José Antonio en la que, por encima de coincidencias ideológicas, su autor destacaba la que para él y para muchos era su mejor cualidad: la honestidad.

¿Tan difícil es, hoy en día, toparse con personas honestas que sean críticas consigo mismas, que sepan reconocer sus errores y que, llegado el caso, sean capaces de pedir perdón y, además, pedirlo con humildad?

Nuestra lucha tiene que ser demostrar que, al menos en Falange Auténtica y por encima de todo, allá donde estemos y seamos los que seamos, seguiremos llevando la honestidad por bandera.


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